mié. Mar 27th, 2024

Café literario

Traicionar: sobrevivir.

Reseña a: Serrano, M. (2016) La novena (1ª ed.). Editorial Alfaguara.

Como los seres humanos que somos, estamos predispuestos y prácticamente acostumbrados a experimentar la traición. Somos, por excelencia, las víctimas eternas de la volatilidad de nuestra especie y de las consecuencias que esta nos trae a todos los que habitamos nuestro planeta. Somos, además, testigos y partícipes del constante cambio de opinión al que el ritmo y las condiciones de la vida misma nos someten. Por ejemplo, cuando un día amanece nublado y lluvioso, nos invade el deseo de recibir e incluso compartir calor; por el contrario, cuando al día siguiente el sol brilla en su máximo esplendor, despreciamos a la estrella central de nuestro sistema solar y a todo aquello que pueda transmitirnos calor. Es inminente, claro, el tiempo jamás se detiene, la vida avanza y nosotros cambiamos, para bien o para mal, constantemente.

Algunos científicos, así como algunos filósofos podrían nombrar —evolución— a nuestros inevitables cambios de parecer; pues al parecer siempre que tomamos la decisión de transformarnos, lo hacemos como una forma de adaptación para nuestra supervivencia. Por increíble que parezca, a pesar de que vivimos en el siglo XXI, aún la buscamos. Tal vez no todos los humanos peleamos a muerte contra animales con el fin de alcanzar nuestra supervivencia; sin embargo, existen distintas maneras y distintas razones para perseguirla. Sobrevivir no siempre significa participar de la cacería para obtener nuestro alimento; sobrevivir puede simplemente significar luchar por nuestro bienestar y perseguir nuestra felicidad. En este caso, cabe preguntarnos ¿es válido traicionar si lo hacemos sólo para sobrevivir? Esta interrogante es justamente la que Marcela Serrano nos planeta y nos ayuda a responder en La Novena.

Educada en la Universidad Católica de Chile, la autora de la galardonada novela Nosotras que nos queremos tanto (1991), entre muchas otras, nos habla sobre la impotencia y la importancia de ser traicionados. Experimentar la traición de un amante es doloroso, sí; enfrentar la traición de un familiar es desgarrador, sí; pero la traición que se les sobrepone a éstas es la de un amigo. Sí, y no debería sorprendernos porque es un hecho que, sin importar el motivo, muchos, si no es que la mayoría de nosotros, hemos sufrido al distanciarnos de alguna amistad (y no se diga al perderla).

Aquellos que nunca hayan derramado una lágrima porque ya no ven a sus mejores amigos, porque ya no comen en sus casas o porque ya no se ríen hasta que les duele la boca del estómago con esas personas que los vieron y los ayudaron a crecer, pueden juzgarnos de exagerados, de débiles emocionalmente o hasta de ridículos. No importa, que nos juzguen tanto como quieran por extrañar las llamadas matutinas, las visitas vespertinas y por haber creído que el —amigos por siempre— si existía. A nosotros, como los exagerados de la historia, no nos quedarán más que dos opciones. La primera será juzgarlos de vuelta como insensibles y hasta como psicópatas; en cambio, la segunda será desearles que algún día, en determinado momento de sus vidas y en algún punto de la vasta superficie terrestre, tengan la dicha de encontrar un mejor o una mejor amiga. Ahora bien, en caso de que alguna de las partes traicione, entonces sólo nos quedará, a ambos, sensibles e insensibles, Marcela Serrano con La novena.

Además de estar dividida en cuatro secciones, esta formidable novela, cuenta con cuatro distintos narradores. En primer lugar, áquel que traiciona y cuya trágica y desgraciada historia personal parece justificarlo; en segundo lugar, la persona desgarrada por la traición hacia su persona después de haber ofrecido una amistad sincera y desinteresada. Posteriormente, la persona que no sólo lucha contra los efectos colaterales del acto de traicionar, sino que se atormenta tratando de encontrar los motivos del traidor y, finalmente, la persona cuyo rechazo por aquel que ofendió con el afán de sobrevivir se transforma lentamente hasta llegar a ser un sentimiento inexplicable.

Estimadas lectoras y estimados lectores, díganme ustedes, ¿Qué es peor? ¿existir mientras el odio nubla nuestra vista y trastorna nuestra vida, o existir mientras apreciamos al traidor y hasta lo compadecemos porque tal vez nosotros habríamos hecho lo mismo? Marcela logra ilustrar y conmover con la narración de esta lucha que, en ocasiones, no necesita de las cuatro partes narradoras para existir, debido a que sucede en nuestro interior. Principalmente porque nunca falta la ocasión en que nosotros mismos nos traicionamos; no estamos libres de pecado, a veces, abandonamos nuestros sueños, perseguimos las pasiones de los demás y nos alejamos de aquellos a los que amamos; entonces, ¿Es válido perdonar a quienes nos han traicionado mientras nos odiamos porque somos nuestros propios traidores?

Marcela no nos contesta, porque ese no es su trabajo; ella, como buena escritora, nos hace pensar y emocionarnos hasta que somos capaces de respondernos. Mi respuesta final es no; no es válido perdonar a quienes nos hirieron para subsistir mientras nos recriminamos, directa o indirectamente, por todas las ocasiones en las que nos traicionamos a nosotros mismos. No es necesario lamentarnos y mucho menos odiarnos, porque tal vez nosotros también lo hicimos para poder sobrevivir.

Mientras leía La novena, pensaba en Andrea, en Jesús y en muchas otras personas de las que me he apartado porque no las he perdonado. Al terminar la lectura, me di cuenta de que el encierro es la ocasión perfecta para pensar en nuestras amistades, las pasadas, las presentes y también en las futuras. Este histórico momento de aislamiento representa el momento adecuado para recordar a todos los que nos han traicionado para poder sobrevivir.  No es que necesitáramos una pandemia para perdonarlos y, sobre todo, para perdonarnos, es sencillamente que necesitábamos alejarnos de la cotidianeidad para reflexionar y así perdonar.

En este sentido, la importancia de la traición radica en que nos ayuda a sobrevivir y en que siempre nos sobreponemos a ella. Lectores y lectoras, traicionemos sólo si así sobreviviremos, hagámoslo sólo si así alcanzaremos la anhelada felicidad, porque cuando seamos felices ya nunca pensaremos en traicionar.

Ximena G. Tercero.

Imagen: Ximena G. Tercero

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